Por DIEGO SARMIENTO K.
Estudiante secundario
Club B.
Se dice que en Nueva York puedes encontrar de todo, excepto un alquiler a un precio asequible y un taxi cuando lo necesitas. Este es el resultado de una política pública que, de una u otra manera, ha intentado prevalecer por sobre las fuerzas de la oferta y la demanda.
De igual forma, cuando Diocleciano gobernaba Roma, el exceso de impuestos produjo un gran incremento en el precio de diferentes bienes, a lo que el emperador respondió con la promulgación de una ley que limitaba los precios. ¿Resultado? Profunda escasez que dio lugar al desarrollo del mercado negro, donde los cosas se vendían a un precio muchísimo mayor en comparación al que tenían en el mercado antes de la ley. Con el aporte de escritores como Lactancio, la historia nos demuestra que el control de precios es una medida fallida. Pero ¿es la única forma de develar los perjudiciales efectos de un Estado que interviene los precios? Por supuesto que no. Vamos a ver qué nos dice la ciencia económica.
La economía es el arte de distribuir los recursos de manera eficiente. Cuando hay excedentes es porque existen maneras más eficientes de distribuir los recursos. El primer gráfico explica cómo se comporta la oferta y la demanda cuando no hay control de precios. El segundo, cuando sí lo hay.
El equilibrio entre la oferta y la demanda se da cuando ambas partes se ven satisfechas, es decir, cuando la cantidad de oferta es igual a la cantidad de demanda.
Al fijar los precios la demanda se incrementa, sin embargo, la oferta se mantiene. El resultado es la escasez al tener una demanda que materialmente no puede ser satisfecha. Este es el caso del segundo gráfico.
En consecuencia, establecer precios máximos es nocivo en tres puntos:
I) Genera escasez: al existir una demanda inflada “artificialmente” la oferta no puede satisfacerla, por ende, existe una cantidad determinada de consumidores que no podrán obtener el bien deseado. Por ejemplo, supongamos que Don Eleuterio y su familia necesitan comprar una cantidad de mascarillas no superior a 10 y han destinado – por opción o no – 20 dólares para ello. Su vecino, Don Jaime, es viudo y no tiene familia, por lo que únicamente necesita una cantidad de mascarillas no superior a 3. Don Jaime, al ver que sus vecinos irán por mascarillas, decide “asegurarse” y comprar para dos meses. Al gobierno local se le había ocurrido la excelente idea de fijar el precio de las mascarillas a 2 dólares por unidad, por lo tanto, Don Jaime fácilmente pudo comprar una cantidad equivalente al triple de lo que necesitaba. Don Eleuterio, al ir a la farmacia por mascarillas, recibe la lamentable noticia que el stock completo había sido comprado por un señor hace unos minutos, viéndose en la obligación de recurrir a otros medios – generalmente ilegítimos, como el mercado negro – para obtener las mascarillas, pagando incluso 10 dólares por unidad. ¿Qué hubiera sucedido con precios desregulados? Al subir la demanda, y mantenerse momentáneamente la oferta, los precios habrían subido, por ende, la distribución y compra de mascarillas sería más uniforme y equitativa, y la intención acaparadora de Don Jaime no habría podido concretarse. Quizás, gracias a la subida de los precios, Don Eleuterio tendría que destinar una mayor cantidad de dinero para obtener la cantidad suficiente de mascarillas, 5 o 10 dólares más; sin embargo, las habría conseguido a menor precio respecto al que se cotiza en el mercado negro, y, tanto Don Eleuterio como Don Jaime, tendrían una cantidad de mascarillas coherente con sus necesidades.
II) Fomenta la actividad ilícita y el pago de un precio desmesurado: la escasez resulta en la aparición del mercado negro, donde los precios por el mismo bien son mayores a los de un mercado no regulado[1].
III) Tendencia a una calidad ineficientemente baja de los bienes: al establecer un precio máximo, la calidad del bien tiende a mantenerse e incluso decrecer, puesto que no existen incentivos a la inversión e innovación (no vale la pena disputar el mercado con la competencia cuando, no importa lo que hagas, vas a obtener prácticamente el mismo resultado).
Una subida de precios (en tanto, fenómeno producto del aumento de demanda) les indica a los productores dónde es necesario invertir para satisfacer la demanda, y con ello, extender la cantidad de oferta hasta lograr el equilibrio.
En conclusión, la demonización de la “especulación de precios” es peligrosa, ya que no solo atenta contra el funcionamiento natural del mercado, sino también, por más paradójico que suene, contra la posibilidad de que todos podamos acceder a los bienes que necesitamos a un precio prudente.
[1] Walter J. Wessels, Economics (2000), p. 232-33.
*Imagen de cabecera propiedad de CbaGlobal.