Por GASTÓN ALVEAR G.
Cientista Político, Universidad Diego Portales
Candidato a Magíster en Ciencia Política Comparada, FLACSO-Ecuador
*Publicado originalmente por Ecuador Today
América Latina ha experimentado por muchos años de una gran cantidad de protestas y movimientos sociales por la desconfianza y poca credibilidad de sus partidos políticos, instituciones y gobiernos. Mismo cuestionamiento que hoy se ha visto ampliamente reforzado al ver como sólo pocos países de la región han tomado las medidas necesarias para la protección eficiente de la población durante la pandemia del Covid-19.
Tal escenario nos lleva a idear un nuevo futuro para la percepción de los Estados y de la política en general. Por eso, la presente columna tiene como objetivo recomendar al lector como a los Estados la formación ciudadana y educación cívica como una herramienta para educar a las personas instruyéndolas en sus deberes y derechos ciudadanos, dándoles a entender a la vez cómo éstos funcionan y organizan respecto a los actores e instituciones políticas de cada país.
Según el PNUD (2000), existe un debilitamiento del capital social comunitario debido a la excesiva individualización causada por la modernización, traduciéndose en una preocupante baja de los niveles de civismo y afiliación política. Muestras de aquello han sido la drástica caída de participación ciudadana en organizaciones sociales, la militancia en algún partido político o la adhesión a un sindicato, por mencionar sólo algunos casos. Se puede entender entonces que la sociedad contemporánea no sólo se encuentra bastante alejada de la acción y del entorno político, sino que además ha perdido la conciencia de lo que socialmente es vivir en comunidad, reemplazándolo por un profundo esquema de satisfacción e interés individual.
Por consiguiente, al momento de contar con una ciudadanía educada desde la perspectiva cívica, ésta suele ser más crítica a la hora de contribuir al debate público sobre los acontecimientos sociales contemporáneos. En lo que respecta a las visiones académicas sobre la aplicación de educación cívica, podemos encontrar a Litt (1963) quien realizó un estudio en escuelas secundarias de Boston, Estados Unidos. Dicha investigación tomó como muestra establecimientos con distintos niveles socioeconómicos y características sociopolíticas en los que se realizaban clases de educación cívica. El investigador dirigió entrevistas a los alumnos para saber si dichas clases tenían influencias en ellos. Dentro de las conclusiones más relevantes, Litt destacó el mayor aumento de la participación política de los jóvenes en dichos colegios, pero concluyendo enfáticamente que es imprescindible considerar el contexto económico y social de los estudiantes debido a la enorme influencia de éste en su percepción de la sociedad.
La falta de formación cívica de las personas (especialmente durante la niñez y adolescencia) ha llevado a que la gran mayoría de éstas desconozcan los roles de sus autoridades locales y nacionales. Un vacío que, desafortunadamente, ha vuelto este importante segmento de la población en un suculento blanco para demagogos, populistas y políticos en períodos electorales o de alta incertidumbre social. Tal escenario de ignorancia y abierta manipulación ha conducido a una creciente disconformidad y desconfianza de la sociedad con la política en general.
Pese a lo anterior, no podemos quedarnos sólo con enseñar sobre civismo en los colegios y escuelas, sino que todo esto debe estar acompañado de políticas públicas que fortalezcan y promuevan lo aprendido por la educación cívica. Por ejemplo, reforzar las unidades vecinales, grupos intermediarios de jóvenes, asociaciones civiles y otros tipos de instancia donde las personas puedan organizarse para ejercer este civismo activo.
En resumen, el problema de la desafección política es algo transversal a nuestra región, y es responsabilidad de todos los estamentos sociales trabajar por la formación de nuestros ciudadanos y la entrega de espacios de organización social. Para ello, también debe cambiar el actuar de nuestras instituciones, gobiernos y partidos políticos en pos de una sociedad donde cada estamento tenga la oportunidad de ser escuchado.
¡Que la pandemia y las crisis sociales que hemos visto sean un puntapié inicial para formar a nuestras futuras generaciones!
Referencias
Litt, E. (1963). Civic Education, Community Norms, And Political Indoctrination. American Sociological Review, 28(1), 69 – 75.
PNUD. (2000). Informe Desarrollo Humano en Chile – Año 2000, Más Sociedad para Gobernar el Futuro. Santiago: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
*Imagen de cabecera propiedad de Ecuador Today.