Biden o barbarie

Por TOMÁS CROQUEVIELLE H.

Licenciado en Historia y Periodista

Pontificia Universidad Católica de Chile


Tras el estallido de las protestas antirracistas a nivel nacional e internacional desencadenas luego del asesinato del ciudadano afroamericano, George Floyd, a manos de oficiales de policía en la ciudad de Minneapolis, EE.UU, los dos principales candidatos presidenciales para las elecciones del 3 de noviembre de este año no pudieron tener respuestas más disímiles. Mientras el nominado demócrata, Joe Biden, llamó a la búsqueda del progreso social y que se haga justicia, el presidente Donald Trump, quien busca la reelección, amenazó con una guerra frontal contra las manifestantes.

Aquellas diametrales reacciones desenmascaran una realidad que, aunque era evidente de antes, ahora se volvió completamente ineludible: EEUU, y por consecuencia el mundo, enfrenta una decisión entre seguir el camino de la reacción o parar la sangría sociopolítica y reconstruir el tejido democrático. Frente a esta decisión binaria, el ex vicepresidente Biden, se vuelve el muro de contención a la corrosión acelerada que el gobierno de Trump ha llevado a EE.UU y al mundo en estos últimos casi 4 años.

A continuación, argumentaré, desde una mirada progresista-realistapor qué el candidato demócrata debe prevalecer, al mismo tiempo que intentaré refutar los principales cuestionamientos que he recogido y que se le han realizado a su candidatura. De esta forma buscaré concluir por qué, pese a estos, Biden y los demócratas sigue siendo la mejor y única alternativa. Esto a su vez que defenderé la idea de que no da lo mismo, ni a ese país ni al mundo, quién gane en noviembre, sugiriendo también forma en cómo podemos hacernos participe de esa elección.

“Los demócratas y republicanos son lo mismo” 

Es cierto que durante la década de los 90s y principios de los 2000s la discrepancia entre los principales partidos de EEUU, los cuales ha hegemonizado la vida política estadounidense por los últimos 150 años, no era mayor que la diferencia entre la Coca-Cola y la Pepsi. Sin embargo, desde el segundo periodo de George W Bush y, especialmente, tras la victoria de Barack Obama en 2008, la diferencia programática entre ambos partidos ha tenido una tendencia creciente a la diferenciación, al punto de que hoy es posible afirmar que el país vive una situación grave de polarización político-social.

Desde las diferentes visiones en relación al gasto social y las políticas medioambientales, ambos partidos son cada vez más opuestos. En donde, el más centrista de los demócratas se encuentra, de manera importante, más a la izquierda que el más moderado de los republicanos. En ese sentido, el bloqueo que el parlamento realizó de las principales políticas de Obama y ahora a las de Trump, son ejemplos de una real discrepancia a la hora de generar y proponer políticas.

Algo que se evidencia con especial nitidez con la situación de pandemia y de protestas sociales, en donde se han presenciado dos maneras fundamentales de hacer frente a esta situación. Mientras un partido (el demócrata) ha buscado llevar adelante cuarentenas y, al menos, escuchar las demás, el otro (los republicanos) se han opuestos a éstas y han buscado militarizar y criminalizar la reciente protesta social y racial.

Y es que EEUU es probablemente la nación más conservadora de occidente, por lo que la correlación de fuerzas en ese país es, pese a todos los avances de las últimas décadas, aún muy dispar, reflejándose en un escaso poder real por parte de los actuales sectores progresistas estadounidenses. En ese sentido, la actual verdadera disputa política estadounidense, se da entre un partido etno-nacionalista ultraconservadora, el republicano de Trump, versus, una coalición disgregada de intereses políticos (desde la centro-derecha a la izquierda), económicos (desde sindicalistas hasta ejecutivos de Wall Street) e identidades (afroamericanos, latinos, judíos, blancos, etc..) diversas unidos por objetivos políticos comunes, el Partido Demócrata de Biden.  Así, el bipartidismo estructural del país, junto con una asimetría en favor del capital en desmedro de los trabajadores y el predominio sociopolítico masculino-blanco ha llevado a que la lucha política de ese país se dé entre dos opciones binarias deficientes, pero en donde, pese a todo, una de esas es claramente más preferible que la otra.

“Con Trump al menos se agudizarían las contradicciones sociales”

Tras la derrota de Sanders, el renombrado académico y activista de izquierda estadounidense, Noam Chomsky, quien ha llamado a votar por Biden, argumentó en una entrevista pasada que la actual postura de muchas personalidades y votantes de su sector de no votar por el actual candidato demócrata era una postura símil a la que tomaron los comunistas alemanes de la década de los 30s, los cuales se negaron a hacer alianzas con los socialdemócratas para detener el avance del nazismo.

Aquella analogía se vuelve adecuada en la medida que el daño que Trump le ha hecho a la democracia, los más vulnerables, las relaciones raciales y el medio ambiente es tan profundo que con cuatro años más en el poder el menoscabo podría ser irreparable. Algunos podrán argumentar de que sus nefastas políticas económicas, sociales y ambientales podrían empujar a los sectores marginados a una radicalización como la que actualmente estamos presenciado con las diferentes protestas. Sin embargo, aquella postura me parece fundamentalmente ingenua y desconocedora de la realidad política de ese país.

Pese a que, no fuimos pocos los que nos ilusionamos con las campañas presidenciales de 2016 y de 2020 del independiente-progresista, Bernie Sanders, en donde en la última de estas parecía tener todas las posibilidades de imponerse y obtener la nominación demócrata. Situación, que, de haberse concretado, hubiese significado un giro copernicano de ese partido hacía la izquierda. Sin embargo, aquel deseo rápidamente chocó con la realidad de que su candidatura, ante el primer apretón del ala moderada del partido y el establishment demócrata, terminó hundiéndose fácilmente. Aquello ocurrió, en gran medida porque el apoyo joven e hispano no se traspasó en las cantidades necesarias en las urnas y porque los afroamericanos (el sector más desfavorecido de la sociedad estadounidense y la base electoral del partido) apoyaron de manera masiva a Biden.

Situación que genera que no exista realmente fuerza política alguna que pueda capitalizar o dirigir las contradicciones existentes y crecientes dentro de EE.UU. De esa manera, una eventual reelección del ultraderechista presidente, sólo alimentará y dará más fuego a las políticas reaccionarias de la administración republicana, la cual, en estos últimos 4 años, ha disminuido los derechos políticosreproductivosambientaleslaborales y de las minorías sexuales y raciales de la población.

Todos estos antecedentes, nos permiten concluir que una eventual reelección de Trump difícilmente vendrá acompañado de un contraataque efectivo de las poblaciones afectadas por sus políticas, sino que sólo mantendría y profundizaría está tendencia de desposesión de los más pobres y de restauración hacía los más ricos y poderosos. En oportunidades, es preferible avanzar gradualmente (o simplemente dejar de retroceder) que seguir hundiéndose a pasos acelerados, que es lo que ocurriría con otro periodo de administración republicana.

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«Joe Biden es muy viejo”

Muchos han cuestionado la edad y salud del ex vicepresidente, reproches que, aunque justos, son desmedidas. Especialmente las que se lanzan desde el campo trumpista, desde donde se ha llevado adelante una verdadera campaña de desprestigio, la cual ha buscado, sin ninguna evidencia clínica, explotar la noción, producto de diferentes tropiezos verbales, de que Biden tiene algún tipo de “demencia”. Estrategia similar a la que usaron en 2016 los medios de comunicación de la extrema derecha (Fox News, Britebart e Inforwars, entre otros) contra Hillary Clinton, la cual, obviamente, no tenía ningún asidero con la realidad.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que importantísimos presidentes estadounidenses han tenido antecedes medios desfavorables, por ejemplo, Franklin D. Roosevelt tenía polioJohn F. Kennedy tenía serios problemas en la espalda y Ronald Reagan tuvo principios de alzhéimer. Algo que su candidatura ha tomado en consideración en la medida, por lo que de ganar, lo más seguro es que solo cumpliría un periodo de 4 años, cogobernando de manera importante con su vicepresidenta (se comprometió a que fuese una mujer) y su gabinete. En ese sentido, queda claro que su eventual gobierno se perfila como uno de transición entre la vieja guardia del Partido Demócrata, por lo general, de mayor edad y centrista y las nuevas generaciones, en donde ha predominado un pensamiento más progresista.

Es de esperar que a mediano y largo plazo se mantenga la tendencia y el partido demócrata se vuelva cada vez más joven y progresista, una corriente que Biden, con un bajo carisma y avanzada edad, podrá sólo administrar; paciencia estratégica que podrá tener frutos importantes en los próximos 4 u 8 años cuando se elija un nuevo candidato presidencial.

“Lo que pase en Estado Unidos no me afecta”

Este punto puede ser uno entendible a simple vista, puesto que es comprensible no ver a primera vista la correlación entre lo que ocurre en otro país, especialmente uno con características sociopolíticas tan únicas como EE.UU. Dejando de lado que en la actualidad vivimos en un mundo interconectado en donde lo que ocurre en un Estado puede perfectamente tener efectos en otro. Más aún, la cualidad de superpotencia mundial, convierte lo que ocurre en territorio estadounidense, nos guste o no, en relevante a todos los países del mundo y en donde el “America First” (EE.UU Primero) de su gobierno ha significado profundos daños al resto del mundo.

Por ejemplo, la erosión democrática que hemos presenciado en ese país durante los últimos 4 años bajo el liderazgo autoritario, oligárquico y reaccionario de Trump ha teniendo un efecto a nivel mundial. En ese sentido, las regresiones democráticas en países como HungríaPoloniaIsrael y Honduras se han profundizado gracias a la carta blanca que sus gobiernos les ha dado. Además, figuras como Jair Bolsonaro ,el actual presidente de Brasil, difícilmente hubiese sido electo en 2018 sin la victoria del actual presidente de EE.UU dos años antes. Fenómeno que puede fácilmente repetirse en cualquiera de nuestros países de la región u occidente, en la media que la extrema derecha y los sectores conservadores y reaccionarios se han sentido envalentonados por su gobierno.

Por otro lado, los ataques que su gobierno ha realizado a los derechos reproductivos a nivel nacional e internacional, su retiro del organismos multilaterales y sociales como la Unesco y la Organización Mundial de la Salud es una afrenta a los diferentes países del mundo. Daño que se ha sentido, y se sentirá, con especial fuerza entre las naciones más pobres que dependen de esos financiamientos para el funcionamiento de sus sistemas de salud y la protección de su patrimonio cultural.

Y si esto no fuese lo suficientemente grave, está el menoscabo que la política de Trump de inacción y negación del cambio climático le está haciendo al mundo entero. Durante su presidencia este, incluso, ha alivianado las regulaciones a las industrias contaminantes y emisoras de Co2, al mismo tiempo que se retiró del  Acuerdo de Paris en 2017, su primer año en el gobierno. Aquello, en sí mismo es una evidencia directa de que la permanencia del actual gobierno estadounidense es una amenaza directa e inmediata al planeta. No por nada, no son pocos intelectuales quienes consideran que el Partido Republicano es la organización más peligrosa de la historia de la humanidad (peor que los nazis o cualquier grupo terrorista) puesto que su actual postura de omisión de esta gravísima problemática pone en peligro no sólo la existencia de EE.UU, sino que la continuidad de la especie humana misma.

Biden y los demócratas, son un claro contraste a estas nefastas políticas, en donde, aunque de manera imperfecta se han comprometido a enmendar el rumbo en la política climática estadounidense. En ese sentido, cabe destacar que el ex vicepresidente puso a la estrella ascendente del progresismo estadounidense, Alexandria Ocasio-Cortez, como una de las figuras a cargo de definir la postura del partido y su campaña en esta existencial problemática.

“Al menos Trump está acelerando el fin del imperialismo estadounidense”

Ya sea por el supuesto que la política exterior del actual presidente es una aislacionista o por su incompetencia y mala conducción, hay quienes ven en el gobierno de Trump una suerte de debilitamiento interno del imperialismo norteamericano. Bajo esta mirada, pareciera que el país está en un proceso acelerado de declive en su estructura imperial, la cual pareciera verse día a día cada vez más caótico y desorganizado, anticipando, como ha ocurrido con todos los imperios, su pronto y rápido colapso.

Sin embargo, pese a la evidente falta de claridad estratégica que ha demostrado la política exterior del mandatario, creer que aquello, por sí mismo significa una suerte de “principio del fin” de la política imperial estadounidense es un pensamiento, esencialmente, de índole desiderativo o ilusorio. Aquello, en la medida que, como ejemplifica de manera magistral, Alain Joxe en su libroEl imperio del caos: Las repúblicas frente a la dominación estadounidense en la posguerra fría, la forma en que EE.UU. viene llevando adelante su hegemonía desde hace unas tres décadas, la cual ha sido explicitada como nunca antes bajo el timón de Trump, es mediante una administración decapitada, pero bajo el principio unificador del “caos y el desorden”. En donde, a través del capital transnacional, los cuales se desprenden de toda responsabilidad frente a las sociedades sometidas, y en donde no hace falta el ejercicio de una dominación estructurada, normada o efectiva.

Por lo que, el gobierno de gerentes de Trump, en donde su primer canciller, Rex Tillerson fue un ex CEO de ExxonMobil, es en sí misma la máxima expresión de un gobierno interesado en ejercer una dominación que prioriza el uso de la agresión economía por sobre el musculo militar. Aquello explicaría que, por ejemplo, a la hora de confrontar a sus rivales o enemigos como Irán, Rusia, China o Venezuela, se utiliza con especial frecuencia las sanciones económicas y la guerra comercial. Esto al mismo tiempo que, la política exterior estadounidense ha redoblado su brazo militar, ahora con un foco preventivo y disuasivo, aumentando exponencialmente el presupuesto militar y debilitado su capacidad diplomática mediante el despido de funcionarios del Departamento de Estado (Ministerio de Relaciones Exteriores).

¿Qué puedo hacer yo al respecto?

Es entendible que, pese a todo lo que se ha expuesto aquí, la distancia geográfica genere que nos sintamos impotentes e incapaces de hacernos partícipe de la elección del próximo 3 de noviembre. Sin embargo, la misma globalización que nos convierte en víctimas o afectados de cualquier mala política que lleva adelante Washington, también nos da la posibilidad de ser participe.

Para aquello, las redes sociales cumplen un rol fundamental, puesto que, desde la emergencia de la Internet como una herramienta política central hace más de 10 años (especialmente en EE.UU.), no hace falta estar presencialmente en un país para participar de la discusión política de ese país. Tendencia que se ha radicalizado con la actual pandemia del Covid-19.

En ese sentido, se abre la oportunidad de apelar a todos nuestros contactos en ese país (ya sean virtuales o de personas que conozcamos) para así contrarrestar las diferentes campañas de desinformación de la extrema-derecha estadounidense, como que Biden tiene “demencia” o que China es la única culpable del coronavirus. Esta última, una conspiración que Trump ha buscado explotar con especial fuerza para encubrir su incompetencia a la hora de hacer frente a la crisis sanitaria y su consecuente crisis socio-económica. Aquello, al mismo tiempo que también podemos buscar convencer a conocidos hispano hablantes para que se registren para votar y que participen de esta elección.

Así, entre otras maneras, podremos ser parte y no sólo ser espectadores del enorme esfuerzo que significa detener el avance de las políticas oligárquicas, racistas, anti-científicas del mentiroso compulsivo de Trump. Un mandatario que en menos de cuatro años, ha sido capaz de llevar adelante una agenda ultraconservadora y completamente favorable a los poderes económicos más inmorales de EE.UU., los cuales no sólo han significado un daño a su país, sino que al mundo eterno. En donde su reelección amenaza, no solo la existencia de la nación estadounidense sino la de toda la humanidad.

Joe Biden Campaign

*Imagen de cabecera propiedad de Pangea Siglo XXI.

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