Por EL ÚLTIMO INTRANSIGENTE
Érase un viernes 16 de febrero de un año convulso como ha sido este 2018, cuando de pronto el Ministerio de Educación golpeó la mesa y anunció “¡La repitencia será sólo una medida excepcional!”
Este hecho ha trastocado no solamente las normativas internas de cada establecimiento escolar del país, si no algo mucho más grave: El código ético de cada profesional. Os presento el problema ¿Cómo me voy a hacer respetar si no tengo el sartén por el mango? ¿Quién me respetará si no genero temor suficiente para que el estudiante crea que mi maléfica persona puede condenarlo a la repitencia?
Me dirijo a ti que eres profesor o quizás que has enseñado algo a alguien ¿Cómo usarías la evaluación? ¿Cómo un castigo o cómo una instancia más de aprendizaje?
Los profesores trabajan en base a generar incentivos en los estudiantes….y ¡Sorpresa¡ ¡Sorpresa¡ los incentivos suelen ser las notas, es decir sí le sumo un par de décimas a una evaluación podré decir a viva voz que estoy premiando el esfuerzo realizado; pero sí quito un par de décimas a una prueba para castigar al bandido que, en vez de laburar, jugueteó con el ramo, la escuela, la vida y el tiempo de todos nosotros, seré un villano, déspota y descriteriado pedagógico. Funciona igual que el salario en los trabajadores: sí te dan un aumento lo celebras, de lo contrario mejor ni hablar. Os pregunto ¿Por qué la evaluación se ha convertido en una especie de moneda de cambio?
Nuestras calificaciones, y lo digo con dolor, no representan aprendizajes esperados. Reflejan favores realizados. Un baile en fiestas patrias, un adorno en un diario mural ¡el barrer la sala o incluso ayudar a corregir pruebas va recompensado con nota!
Las calificaciones se acomodan de tal modo que en algún momento reflejan un código ético de cada profesional. Hay quiénes se hacen conocidos por ser unos tiranos tacaños con las décimas. Otros docentes en cambio se hacen populares a punta de décimas y puntos base. ¿Les suena conocido? ¿Se parece en algo a la política de bonos de los últimos gobiernos? A base de prebendas tenemos muy quietecitos a todos nuestros queridos jóvenes que cuidarán del porvenir de esta sociedad.
Estimados lectores: ustedes que son padres,hijos, alumnos y profesores ¿Por qué venden tan barato su dignidad? ¿No sería acaso un gesto de nobleza e inteligencia, calificar de acuerdo con los aprendizajes demostrados? En cambio, tenemos un sistema codificado en torno a la figura omnipotente de la calificación. Por favor seamos honestos ¡Vosotros vais a una reunión a pedir las notas! Nadie pregunta sí su hijo aprendió a sumar, a multiplicar, a explicar un hecho histórico o bien sí ya puede hacer la invertida. Esta obscena costumbre de centrar en un número la naturaleza compleja del proceso de aprendizaje, es incoherente e ilógica.
Pero también les puedo plantear otro escenario. Pidamos por ley que los profesores firmen los certificados de aprobación de cada año en marzo. Todos ya pasaron de curso el primer día de clases. Mamita y papito no tendrán que castigar a nadie por culpa de los malvados profesores que les ponen muchos rojos. No existirán tales disgustos, ni en los docentes ni en los alumnos.
¿Qué pasaría?
Espero sus respuestas.
Atte.
El último intransigente
*Imagen de cabecera propiedad de Mental Floss.