La metamorfosis de la libertad de expresión

Por MATÍAS SEPÚLVEDA M.

Licenciado en Historia y Título de Profesor de Historia, Geografía y Ciencias Sociales,

Pontificia Universidad Católica de Chile.


Durante la vorágine provocada por la muerte de Camilo Catrillanca, se jugó un partido (sin mayor peso futbolístico ni comercial) entre Chile y Honduras. En ese evento se negó la posibilidad a realizar un minuto de silencio por la muerte del joven y además se quitaron un par de banderas autodenominadas de “los mapuches”. Estimados lectores les pregunto ¿Qué potestad tiene el Estado o autoridad alguna para prohibir la expresión de los ciudadanos? ¿Cómo explicamos que exista un Estado que reprime la expresión violenta de ideas políticas y también la expresión pacífica de ideales o reivindicaciones?

Antes de que cualquiera desvíe esta discusión les aclaro: que esta no es una columna que trate de la relación del fútbol y política, ni menos sí esa relación existe o si debiese existir. Planteo un dilema sobre las libertades de los ciudadanos.

Volvamos a examinar los hechos: la lamentable muerte de Camilo ha provocado un inmenso debate en torno a las formas de combatir (durísimo si pensamos en combatir) o lidiar con las demandas de las comunidades mapuches. En esta misma página se han dedicado artículos para reflexionar sobre la militarización de las fuerzas de orden público y ¡Milagro, Milagro! es de las más leídas. Sí planteamos el debate en términos de excepción, de caos y terrorismo, decantaremos hoy o mañana en mano dura. Quién la hace debe pagarla. Fin de la discusión. Sí usted piensa que es éste el debate, le recomiendo que no siga leyendo.

Un principio básico de un Estado es la preocupación por la seguridad de sus ciudadanos, de no ser así Nozick nos diría que cambiemos de “Agencia” ya que esta no cumple con el contrato. Sí el combate llevase sólo a los ultras a la cárcel, no existiría necesidad de esta polémica. El punto es que tales políticas han puesto en el spotlight las ideas, por lo tanto, nuestras autoridades quieren también regular lo que decimos, lo que pensamos, los colores que usamos, hasta cuando guardar silencio o cuando no.

A ver sí entiendo: en un país con voto voluntario, con una escasa participación electoral, con desencanto de la política partidista ¿Estamos reprimiendo a los ciudadanos cuando se expresan?

¿Es legítima toda forma de expresión? ¿Debemos permitir que alguien restrinja nuestras libertades?

Sí fuese problema de una bandera y un minuto de silencio, sería poca cosa. Lo lamentable es que se ha convertido en una forma oficial de corrección política. Más terrible aún es descubrir que quiénes puedan pensar en defender la acción del Estado ¡sean también corregidos por la masa!

¿Cómo es esto? Sí quién reprime la opinión es el Estado, entonces reclamemos, pero sí lo hace la masa en Twitter, Facebook, en una comida o por cualquier otro medio también vale. ¡Tan abusivo es el Estado como lo somos todos! Por tales motivos planteo que se ha invertido la presunción de inocencia. Todos somos culpables de delitos horribles hasta demostrar que pensamos como la masa o bien como el Estado. Como diría un gran periodista español “Sí Kafka fuese chileno, sería un escritor costumbrista”

Estimados lectores, les pregunto ¿Por qué siguen a la mayoría? ¿Cuál es el peligro de expresar nuestras ideas? ¿Por qué escapamos del debate? ¡Observemos nuestras familias! ¡Existe la creencia que no se puede hablar de política, religión o de fútbol en la mesa! No pensamos en discutir, estamos pensando en hacer daño. Cuando podemos tener un debate de alturas, rápidamente disparamos para herir, para susurrar un “¡viste! se quedo callado”. ¿Somos tan bárbaros que no podemos dialogar? ¿Podemos encontrar la verdad en el prójimo?

Miremos nuestro país, nuestras familias, nuestros niños. No debatimos, reprimimos. No le pidamos a un gobierno que se comporte como criaturas angelicales cuando nosotros vivimos como bestias. No diré arriba los que luchan. Les diré discrepar es vivir.


*Imagen de cabecera propiedad de EFE-Reuters.

2 comentarios en «La metamorfosis de la libertad de expresión»

  1. Cualquiera diría que debatir es el camino sensato ¿no? Pero preguntemosnos ¿ los movimientos sociales buscan el caos o entre uno de sus objetivos se encuentra ese dialogo, ese debate? ¿ sera que se busca ese debate estado-sociedad? Para debatir en esos términos necesitamos interlocutores validos los gobiernos de turno tienen los suyos, quizàs «la masa» no tanto pero es finalmente esa masa la que esta forzando un dialogo y se una forma bien peculiar ya que no existen en el paìs instituciones encargadas de encausar demandas sociales profundas. ¿ acaso la critica es hacia las masas que no debaten? Teniendo el estado el sàrten por el mango ¿ no debiesen ser ellos quien proclamen el debate?

  2. Claro que comparto eso de discrepar es vivir… decir lo que una persona piensa o conoce sobre una realidad o tema… nos transforma en una sociedad mas enriquecedora de pensamientos… proponer opciones distintas bajo un tema determinado, te abre una fuente de perspectivas por las cuales puedes discutir y dialogar, eso nunca ha sido un retroceso por el contrario de este modo avanzamos civilizadamente como seres humanos insertos en una sociedad.

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